La falsa Libertad

De los variados lugares comunes que suelen discutirse entre Periodistas, el primer lugar fácilmente podría llevárselo el debate inagotable y argumentativamente reiterativo sobre la libertad de expresión. Nada más tedioso y vacío que un periodista despotricando sin un asomo de reflexión respecto de este manoseado ámbito de la actividad comunicacional institucional.

Lo primero que vale la pena denunciar, es la naturalización del concepto. Si en las apariencias “libertad de expresión” implica el libre acceso a la publicitación de información para los ciudadanos de un Estado en particular, la mayoría de los periodistas, conscientes o inocentes, lo utilizan definiendo en realidad “libre mercado comunicacional”. Es decir, la libertad para comercializar información y opiniones.

Lejos de ser un dogma político, esta realidad tangible es fácilmente comprobable en algunos ejemplos de gran connotación pública. El primero más apreciable, es el caso del cierre de RCTV Venezolana, que fue blanco de un ataque gremial periodístico de gran parte de los profesionales del mundo. Lo que nos encontramos al revisar el detalle de este hecho, es que la televisora privada se negó a cumplir requerimientos del gobierno venezolano en lo que respecta a programación de anuncios presidenciales en su parrilla, situación que parece lógica si es que se desea incluir a la población al debate público y participación ciudadana en la toma de decisiones. Es decir, la libertad de expresión ciudadana que es facilitada por la información del acontecer político que recibe, estaba siendo coartada por la actitud del Canal que ponía sus intereses como oposición política por sobre el cumplimiento de una normativa que parece lógica en un contexto democrático.

Esa actitud del canal venezolano, con matices, es muy frecuente de apreciar en los medios de comunicación masivos que monopolizan la industria de las comunicaciones. La gran diferencia, es que los gobiernos en la gran parte de los países responden a intereses similares a quienes sostienen la propiedad de estos medios, y por ende no son fustigados ni fiscalizados. La estandarización de la agenda noticiosa, así como las excesivas pretensiones de verdad y objetividad que ostenta el periodismo convencional, son señales claras de esta situación. Esto es más evidente aún desde la irrupción de Internet como medio de comunicación, en donde las opiniones ciudadanas están demostrando una visión crítica del periodismo convencional, y la aceptación paulatina de proyectos periodísticos de vanguardia que se alejan del modelo industrial de la pirámide invertida, aparecen como testimonios irrefutables de este fenómeno.

Cabe entonces cuestionarse qué es realmente la libertad de expresión. Si es acaso facilitar el marco legal para que los medios de comunicación masivos mantengan el monopolio informativo bajo el alero de quienes sostienen su propiedad y con un fin comercial, o si es en realidad el libre acceso ciudadano a información variada, que necesariamente requiere medios de comunicación plurales y sin compromisos económicos que coarten su actividad.